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  • Ermita del Ara

Ermita del Ara, Olivos y Leyendas.

Nuestro Olivar se encuentra en las estribaciones de Sierra Morena. Olivos centenarios custodiados por la Virgen del Ara que descansa en su Ermita del mismo nombre.


Como no podía ser de otra manera, tanta divinidad no podía ser pasada por alto, la Ermita de la Virgen del Ara, tenía que ser la que diera nombre a nuestra Marca y vistiera a nuestros aceites. Nuestras etiquetas, nuestros envases, nuestra esencia.

Un lugar mágico, muy peregrinado siempre por los habitantes de los alrededores, que ha permanecido por años desapercibido a gran parte del resto del mundo. Un remanso de paz y belleza en el sur de Extremadura.



Además de su magnífica arquitectura y frescos, por los cuales ha recibido el muy merecido nombre de "La Capilla Sixtina de Extremadura", es un lugar mágico, en el que nada más entrar, sientes la fuerza y el pasar de tantos y tantos años de historia. Priores, órdenes religiosas y militares, Reyes Taifas...


Un lugar lleno de leyendas; La leyenda del Rey Jayón y su hija, la princesa Erminda.


De estas tierras fue señor cierto rey moro, anciano y ciego, llamado Jayón. Su joven hija cuidaba de él en todo momento. Lo mismo le daba de comer o lo llevaba a pasear, que le amenizaba las tediosas tardes relatándole entretenidas historias que ella misma se inventaba. Erminda, así se llamaba, gustaba a veces de ir sola a una fuente próxima, a solazarse con el frescor del agua y la sombra de los árboles.

Ocurrió que cierto día regresó de la fuente muy sofocada, y le refirió a su padre que una hermosa niña le había hablado desde lo alto de una encina y le había asegurado que ella podría devolverle la vista a condición de que se hiciera cristiano. El rey pensó que era una más de esas historias que su hija le solía contar. Pero cada vez que Erminda iba a la fuente, regresaba con lo mismo, y aun añadía que la niña de la encina quería que su padre la acompañara. Ante tanta insistencia, aceptó. Y no más llegó al pie del árbol, sintió que sus ojos recobraron la visión. Lo primero que distinguió fue a esa hermosa niña, suspendida sobre la copa de la encina y rodeada de un aura luminosa. Cayendo de rodillas pidió a gritos ser bautizado. Desde entonces son cristianas las gentes de esta sierra, y acuden a la Ermita del Ara a venerar a la Virgen.


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