- Carlos Schlatter
El ENVERO de la ACEITUNA
Algunos se preguntan por qué el primer aceite. Por qué extraerle el jugo a la aceituna en su envero, apenas el color le varía, tal como se ve hacer hasta en lugares que al común consumidor le suenan remotos. Así lo he visto, por ejemplo, en las proximidades de Fuente del Arco. Recolectar las aceitunas, y transportarlas, exprimirlas, acopiar su jugo, reservarlo. Proceso de breves horas, fugas y delicado. En el apremio va el logro (el praemium). Que no se pierda. Alivio luego, cuando envasado y a cubierto de agresiones ambientales, espera a ser regalo de quien lo aprecie. La misma placidez con que reposan en sus bodegas los buenos vinos, la disfruta el aceite ya logrado.

Se comprende la cada vez más refinada elegancia de los envases. Su aspecto trae a la memoria el recuerdo de perfumes extraños, de esos tintes que se elaboraban con recónditas fórmulas y sangre servil, aquellas especias exóticas que provocaban guerras.
Por qué, algunos se preguntan, el primer aceite. Olvidan que para el fruto de la aceituna, la sazón está en la juventud y que al día le llega su tarde. Y a la tarde, cuando las sombras se alargan y se alargan, cuando cruje la madera bajo los pies, quién no teme el momento en que la oscuridad anide allí donde bullían la ilusión y la vida. Es entonces cuando uno, quizá arrastrando los pies, acude a su bodega y rebusca en los anaqueles, como un erudito en su biblioteca, hasta encontrar esa botella que encierra el sabor de aquel vino que aquella tarde ya remota, en aquella taberna, con aquella muchacha…
El primer aceite, el primer amor.